Aedo... traeme la inspiracion..

Peter Pan
las chicas no envejecen en el Peter Pan.
Cada beso estira el cutis, cada pezón que se muerde
son cinco minutos de vida, en que ésta simula
ser eterna, como dijo Jara
el valor del tiempo es a final de cuentas relativo:la ilusoria promesa de un futuro es un presente continuo
cuando el deseo encarna entre ritmos y luces
defectuoso, tal vez, pero siempre digno: mientras baila te das cuenta(anagnórisis del necesitado) ella es lo que siempre quisiste, y quizás no recuerdas
el paraíso al alcance de tu mano, de tu lengua
unas pocas monedas, pero sin enamorarse:porque la vida es ese soplo tenue del que tanto se habla, y tan poco se escucha
y sin embargo, ella está ahí
para repetirlo todo una y otra vez,
trayectoria del fruto cuando cae:

en el Peter Pan, hasta las chicas dejaron de envejecer.




Matiné en el metro
Bajando la escalera, su corazón se acelera por costumbre,
y comienza a percibir, la pesantez en la respiración:
esa larga y apretada cola, proyección y ensayo cívico
de aquellas actos de día lunes, ahora perdidos en su niñez,
todo para conseguir un vil boleto-suerte de sintético e inanimado Virgilio-
un bien desde ahora no fungible, un viaje
por el esófago de la metrópoli, tan pequeño,
irrepetible y breve como ella.
El neón, aquella luz artificial - pequeña fracción de la promesa cumplida-
Señala no sólo una cierta seguridad en los pasos, movimiento concebido de
antemano,
por una voluntad que se sueña
pesada como la respiración, cansada también
mientras distrae su mirada entre esas otras sombras
y la colorida publicidad, esa mala hierba que riega su deseo.
Pocos minutos, y llega el metro, como una saludable y amarga certeza,
Caricias que prodiga el sujeto a su horizonte de expectativas:
la osmosis controlada y sonora de estaciones y borregos,
el chofer, como el pastor de un catecismo proyectado hacia el futuro
(esa ficticia herencia de la modernidad)
conduce el desplazamiento, pero no el roce y su panóptica, pero no el roce ni
su humor:
los cuerpos como encarnaciones de los signos, el roce de su signo con los otros,
esos otros que quieren ser, y no pueden serlo
impersonalidad ya no culpable del desecho y el placer
(como el supositorio que desde pequeño ganaba al fingirse enfermo)
el touch de la textura textil: una mirada como un desesperado intento de romper lo
que te separa
(ese tú que eras él), pero todo se rompe
-nuestro pequeño género humano puede llegar a asquearte-
sales con la turba,
y vas tarde a tu trabajo.




Sí no puedo tenerte, tendré tus letras